Durante la primera mitad del siglo XVII, mientras el emperador Shah Jahan libraba una campaña militar en el Sur de la India, su esposa Arjumand Banu, conocida como Mumtaz Mahal (la favorita de Palacio), moría de parto de su decimocuarta hija. A su regreso, el rey, devastado por el dolor, hizo construir un monumento funerario en memoria de su amada, vaciando, de paso, las arcas del tesoro; efecto colateral que a su hijo Aurangzeb no le hizo ni pizca de gracia. Como el padre amenazaba con terminar de dilapidar la herencia construyendo un segundo mausoleo en mármol negro, Aurangzeb tomó la sabia decisión de dar un golpe de Estado y encerrar al padre en sus habitaciones del Fuerte Rojo de Agra, donde pasaría el resto de su vida contemplando a su amada convertida en piedra; y es que, desde Troya, el amor nunca le había salido tan caro a un reino.
Por supuesto el monumento del que estamos hablando es el Taj Mahal, que se ha convertido en símbolo de la India, símbolo del romanticismo y símbolo del derroche; porque seguramente a la pobre Mumtaz le habría bastado con unas flores.
El Taj en una imagen de 1904 |
Los bueyes se utilizan para tareas de jardinería |
El rio Yamuna corriendo a la espalda del mausoleo |
El jardín principal está dividido en cuatro por dos fuentes en cruz, ya que sigue la tradición mística islámica, según la cual del Paraíso surgirían cuatro ríos (Eufrates, Nilo, Sihran y Jihran) dirigidos a los cuatro puntos cardinales. Aunque originalmente el jardín poseía una densa vegetación en la que destacaban los árboles frutales y los macizos de flores, la falta de mantenimiento lo convirtió en salvaje, y los ingleses los arreglaron siguiendo los cánones europeos.
El complejo está limitado en tres de sus lados por muros con almenas; mientras que en el cuarto lado sirve de límite el río Yamuna. Más allá del río se han encontrado los fundamentos de otro jardín, y se piensa que habría formado parte del diseño original del conjunto, mucho más grande.
La entrada al recinto se realiza mediante la darwaza, un gran edificio de arenisca roja similar al mausoleo. Once chattris coronan su portada.
El edificio principal sigue el típico estilo persa de madrasas y mezquitas que podemos ver en Irán o Uzbekistán (se pueden consultar los respectivos países en este mismo blog), pero sustituyendo los coloridos azulejos, por mármol blanco con incrustaciones de piedras semipreciosas que no se aprecian en la distancia. Realmente al ser todo blanco, hay detalles que se pierden, como los mocárabes del iwán de entrada, que no tienen comparación posible con los que se encuentran en estos otros países musulmanes. Sin embargo, al acercarnos, la calidad del trabajo se hace evidente; tanto en la decoración caligráfica, con textos escogidos del Corán, como la geométrica o la vegetal. El edificio posee una elegancia sobria gracias a la homogeneización que da el mármol en combinación con la estructura típicamente oriental; aunque, a pesar de los materiales nobles utilizados, para mi gusto, carece de riqueza visual.
Algo que desconcierta, son los cuatro minaretes de las esquinas, ya que al no tratarse de una mezquita no tienen sentido funcional. O se erigieron para dar más verticalidad y esbeltez al edificio, o es que cuando el edificio se empezó a construir tenía un objetivo distinto. También puede que representen los "cuatro pilares" del trono de Dios.
El interior es... bonito, aunque tremendamente soso si se le compara con otros edificios como la tumba de Tamerlán, las madrasas de Registán o las mezquitas de Isfahán, que son del mismo estilo. Hay que reconocer que el aspecto actual no es el mismo, ya que faltan las incrustaciones de piedras preciosas, que los ingleses se llevaron de "recuerdo", y que le habrían dado un brillo especial. Varias pequeñas habitaciones rodean una sala central donde se encuentran los cenotafios de los dos enamorados, y que está prohibido fotografiar.
Sin duda alguna, la fama de este conjunto juega en su contra, ya que es tan conocido que no sorprende; lo que no quiere decir que no merezca la pena visitarlo.
La darwaza desde el mausoleo |
Darwaza. Edificio que sirve de entrada al complejo |
Iwan |
El edificio principal sigue el típico estilo persa de madrasas y mezquitas que podemos ver en Irán o Uzbekistán (se pueden consultar los respectivos países en este mismo blog), pero sustituyendo los coloridos azulejos, por mármol blanco con incrustaciones de piedras semipreciosas que no se aprecian en la distancia. Realmente al ser todo blanco, hay detalles que se pierden, como los mocárabes del iwán de entrada, que no tienen comparación posible con los que se encuentran en estos otros países musulmanes. Sin embargo, al acercarnos, la calidad del trabajo se hace evidente; tanto en la decoración caligráfica, con textos escogidos del Corán, como la geométrica o la vegetal. El edificio posee una elegancia sobria gracias a la homogeneización que da el mármol en combinación con la estructura típicamente oriental; aunque, a pesar de los materiales nobles utilizados, para mi gusto, carece de riqueza visual.
Detalles en el muro del iwán |
Los cenotafios del interior en una imagen de 1904 |
Una de las águilas que rondan el monumento |
El interior es... bonito, aunque tremendamente soso si se le compara con otros edificios como la tumba de Tamerlán, las madrasas de Registán o las mezquitas de Isfahán, que son del mismo estilo. Hay que reconocer que el aspecto actual no es el mismo, ya que faltan las incrustaciones de piedras preciosas, que los ingleses se llevaron de "recuerdo", y que le habrían dado un brillo especial. Varias pequeñas habitaciones rodean una sala central donde se encuentran los cenotafios de los dos enamorados, y que está prohibido fotografiar.
Sin duda alguna, la fama de este conjunto juega en su contra, ya que es tan conocido que no sorprende; lo que no quiere decir que no merezca la pena visitarlo.
Dos edificios iguales (una mezquita y un caravanserai) flanquean el mausoleo |
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