A unos 20 km al
sur de Mileto hay un pequeño pueblo que disfruta de uno de los monumentos más
impresionantes de la región: el oráculo de Apolo en Dídima, que fue el segundo más famoso del mundo griego tras el oráculo de Delfos.
La referencia
más antigua que se tiene de él, es una consulta que realizó el faraón Necao de
la dinastía XXVI en el siglo VI a.C. Según la tradición, este faraón empezó a
construir un canal que unía el río Nilo con el mar Rojo para que sus barcos
pudieran salir directamente a esa ruta comercial, pero durante las obras
surgían multitud de dificultades y morían miles de hombres. El faraón envió
emisarios a este oráculo para preguntar al dios el porqué de tantas
dificultades; la respuesta fue clara: según Apolo, los dioses egipcios no
querían la construcción del canal, ya que si permitiría a los barcos salir,
también permitiría a los extranjeros entrar en Egipto e invadirlo. Necao
interrumpió las obras.
Miles de
peregrinos visitaban el templo cada año buscando respuestas, y dejando cuantiosos
regalos; sin embargo el oráculo no consiguió predecir su propia ruina. A principios
del siglo V a.C. los persas arrasaron la región, tanto Dídima como Mileto. El
oráculo quedó en silencio durante años.
Las basas de las columnas con dos “escalas” para comprobar sus dimensiones |
A finales del s.
IV a.C. un tsunami barrió el mundo oriental: Alejandro Magno. Los sacerdotes de
Dídima jugaron su baza. Cuando Alejandro estaba en Egipto tras haber
conquistado la mitad de oriente, los sacerdotes enviaron emisarios para decir
que el dios Apolo de Dídima le enviaba sus respetos como igual y le presagiaba
grandes conquistas (eso es lo que se llama apostar sobre seguro). Alejandro lo
agradeció con generosos regalos, y el prestigió del oráculo volvió a renacer.
Las basas están primorosamente talladas con distintos motivos figurativos y vegetales. |
Después de la
muerte de Alejandro, Seleuco, uno de sus generales, tras hacerse soberano de un
imperio de tres millones y medio de kilómetros cuadrados, mimó a Dídima con
cuantiosos obsequios. Se inició la construcción de un nuevo templo mucho más
grandioso que el anterior, con 120 m de largo por 60 m de ancho y 108 columnas
de casi 20 m de alto cada una. Uno de los mejores arquitectos de la época y
excelentes escultores trabajaron en él. Se tienen datos de los gastos, de modo
que se ha calculado que erigir y tallar una sola de las columnas, habría
costado, a los precios actuales, más de un millón de euros. El templo estuvo en
construcción durante 200 años, y realmente nunca se terminó del todo. Con el
tiempo y el cambio de religión, fue abandonado, y los terremotos hicieron el
resto.
"Interior" del templo |
Realmente el interior del templo era
un patio al aire libre, ya que en él se encontraba otro templo menor (llamado naiskos) donde el
adivino daba las respuestas que los sacerdotes transmitían al exterior donde
esperaban los fieles. En este patio había un pozo y un laurel sagrados (Apolo y
Artemisa habían nacido debajo de un laurel).
La gorgona, patrona de los secretos, se erigía 20 metros por encima del suelo colgada del arquitrabe del templo. |
El lienzo interior del muro derecho |
¿y este pedazo de muro?. Aunque parezca mentira,
tiene una de las cosas más curiosas que se han encontrado. Corresponde a la
parte interna del muro derecho del patio que se ve en la foto del interior. Tras retocarlo
con fotoshop, creo que se pueden ver una serie de líneas horizontales paralelas
muy finas (allí a simple vista es muy difícil vislumbrarlas). Al principio los
arqueólogos alemanes no les dieron importancia, pero luego les sacaron calcos,
y fue entonces cuando descubrieron que eran los planos de construcción del
propio templo. En la antigüedad, un arquitecto no podía hacer una maqueta y
pedirle a los canteros que le hicieran los componentes a una escala mayor. El
arquitecto tenía que dibujar los planos a escala 1:1. Aquí están “dibujados”
los planos de las columnas con todas las curvas de sus bases y proporciones
(recordad el tamaño de las columnas, 20 metros de altura y 2 de espesor). Así
que la superficie del muro es un tablero de dibujo con curvas de más de 3
metros de radio hechas con compás. El proceso era el siguiente: se pintaba el
muro de rojo, y sobre él se grababan todas las líneas con punzón, con lo que
quedaba una delgadísima línea blanca de un par de milímetros de profundidad
sobre el entorno rojo. Si el arquitecto se equivocaba solo tenía que “borrar”
pintando rojo encima. Cuando el templo se terminaba, las paredes se pulían para
obtener todo el brillo de la piedra, con lo que los planos desaparecían... pero
afortunadamente este templo estaba sin terminar. Que yo sepa, es el único caso
conocido en toda la arquitectura griega.
El monumento se encuentra en la aldea de Didim; y aunque "solo" sea un templo, sin duda merece la pena visitarlo. Al estar cerca de Mileto y de Priene pueden verse los tres lugares en un mismo día, siempre que se salga temprano por la mañana (creo recordar que abren a las 8:00 horas.
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